viernes, 9 de julio de 2010

EL CELULAR O YO

Ni el cine logró que Andrea apagara su BlackBerry. Estaba tan entretenida intercambiando mensajes vía Twitter que casi ni prestó atención a la película. Después de la función, su novio decidió que era el momento de plantear el ultimátum: o él o el BlackBerry.
Vivimos en un mundo complejo y asombroso. Por un lado estamos viendo las tendencias de la gente a aislarse, a ignorar las necesidades de los demás, como Andrea que ignora las necesidades afectivas de su novio. Por otro lado, nos encontramos en una sociedad que, tecnológicamente, nos permite estar permanentemente conectados los unos con los otros, tanto si se trata de tu familia, amigos como compañeros de trabajo.
Esta sociedad genera múltiples estados psicológicos y situaciones, que nos fuerzan a definirnos: podemos aislarnos más aún, y vivir como en la Edad Media, en medio de toda la tecnología, pero sin conocer a tu vecino de al lado, o bien penetrar profundamente en el tejido social y estar totalmente conectado con un conjunto de gente, distribuida por todo el mundo, de la que sabes lo que ellos quieren que sepas, sus pensamientos, adónde van, de dónde vienen, lo que te cuentan en su blog, etc.
Ya no se trata sólo de la televisión, que permitía la comunicación en una sola dirección; ahora se trata de lo que se viene en llamar la web 2.0, que se define por una comunicación bidireccional: el que lee, el que escucha, también puede participar en este ciclo retroactivo, aportando conocimientos, experiencia, vivencias o visiones. Es un biofeedback cibernético, global, en el que todos somos vecinos. Y paradójicamente, podes pasearte por la calle con tu iphone, sintiéndote uno junto con los demás de tu red, conectado a esa super-mega-red de bits, y pasar junto a un individuo que necesita algo de vos, y no enterarte.
Somos curiosos y paradójicos. Estamos viviendo tiempos confusos, a la vez que prometedores. Todo depende de hasta qué punto penetremos en los diferentes planos que conforman nuestras vidas.
Por ello hay gente que reniega de todo lo "moderno", expresándose en el sentido de que nos aísla cada vez más, por el hecho de que la gente permance más tiempo en casa o en la oficina, conectados a sus "aparatos", sin socializarse. Pero, al mismo tiempo, nos encontramos con que esa gente no está aislada, se relaciona permanentemente con centenares de personas, con las que comparte aficiones, juegos on line, proyectos, etc., y todo eso les puede llevar a un encuentro físico, con lo que realmente lo cibernético abre unos horizontes antes nunca imaginados.
Esta tendencia hacia una Red ubicua, hiperconectada donde el espacio público y privado, los objetos y las personas interaccionan constantemente, plantea el dilema de las dos caras de la tecnología vigente en nuestra sociedad del siglo XXI: el debate permanente sobre su bondad (factor de progreso) o su perversidad (los peligros inconmensurables, sobre todo, para los derechos de la privacidad). Un tema con amplías e importantes connotaciones sociales, económicas y culturales.

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